miércoles, 25 de marzo de 2009

Violencia Domestica en el Hogar Cristiano

Las empresas comerciales de los Estados Unidos, de acuerdo al libro de estadísticas, pierden cada año entre 3 a 5 billones de dólares debido a las ausencias al trabajo relacionadas con la violencia familiar.

Entre 3 y 4 millones de mujeres son golpeadas cada año en sus hogares. Las heridas que requieren atención médica por violencia doméstica son más numerosas que la suma de las producidas por violaciones, accidentes automovilísticos y robos con violencia.

El 30% de la mujeres asesinadas en los Estados Unidos mueren a manos del esposo, del ex-esposo o el conviviente. La situación es igual o peor en América Latina.

Si esos datos son impresionantes, más doloroso ha sido descubrir que la violencia doméstica no respeta los hogares cristianos, de acuerdo a las evaluaciones que realizo en mis seminarios para matrimonios.

En el pasado, debido a la hermosa relación familiar con mi extensa familia y lo saludable de mi vida conyugal me era imposible comprender la violencia doméstica. Nunca en mi vida cristiana, —y nací en un hogar cristiano, había escuchado un sermón con respecto a la violencia en la familia e ignoraba la terrible realidad.

Pero después de estudiar el tema y escuchar suficientes testimonios no sólo me he indignado, sino que siento empatía con quienes sufren y he determinado aceptar mi responsabilidad en la denuncia, cura y prevención de este terrible crimen.

La violencia doméstica no respeta religión, clase social, nivel educacional, raza o cultura y la utilizan algunos miembros y líderes de la iglesia; si no la combatimos seguirá destruyendo.

Erika esposa de pastor, es intimidada por alguien llamado a ser un siervo, esposo y padre. Nunca ha sido golpeada por el ministro pero constantemente es manipulada, ignorada, e intimidada. Está sumida en el silencio. Logró compartirme su necesidad y hemos avanzado en el proceso necesario hasta la liberación del terrible temor que le ha consumido.

Sus hijos han sido maltratados, castigados violentamente por quien constantemente proclama su mensaje de «amor». Durante muchos años ella ha sido obligada a callar y el temor la ha tenido paralizada.

Ximena vive a miles de kilómetros de Erika pero tiene algo en común con muchas mujeres. Su esposo no reconoce su dignidad. Ximena es obligada a tener relaciones sexuales aunque no siente deseo y en formas que ella rechaza.

Hace ocho días atrás se resistió porque estaba enferma. Fue tan vilmente humillada que por primera vez en 15 años huyó de su humilde hogar. Me escribió de la casa de su prima donde encontró un pequeño refugio.

Debo confesarles algo. Me entristece y me indigna saber que quién juró delante de Dios, amar y proteger, haya incluido la violencia en su concepto de liderazgo. Sin embargo, debo ser sincero y reconocer que todo hombre es un abusador potencial.

Cuando recuerdo los errores que cometí en el pasado en mi relación matrimonial, tengo que admitir que todo hombre es capaz de actuar erróneamente.

Cuando nos casamos mi esposa tenía 17 años y yo 21. Por supuesto, estaba muy lejos de ser maduro. En medio de una discusión de recién casados, levanté la mano para intimidarla.

Vengo de un hogar donde no existía violencia. Mis padres fueron amorosos y respetuosos, sin embargo, me salió lo macho. En ese tiempo ambos usábamos suecos, zapatos de madera sin cordones. Nancy, mi esposa adolescente, se sacó el sueco y me dio zapatazos por todos lados. Nunca más me quedaron ganas de levantar la mano.

Ella no tenía otra herramienta para darme el mensaje que no aceptaría mi manipulación, mucho menos la violencia, pero la herramienta que tenía a su alcance le funcionó. Sin saberlo ella estaba estableciendo los límites y comunicándome que nunca aceptaría la manipulación y la violencia como herramienta de confrontación a los conflictos.

Aun sin tener un trasfondo de violencia, todos somos abusadores potenciales, simplemente porque tenemos una naturaleza pecaminosa. Basta reaccionar sin sabiduría y permitir que la ira nos domine para cometer los actos mas erróneos.

Todos en algún momento podemos reaccionar inapropiadamente, pero el rechazo enérgico a los intentos de intimidación puede frenarnos, así como la aceptación de comportamiento erróneo puede perpetuar el abuso.

Por supuesto que la Biblia condena la amenaza y la violencia para intimidar o controlar el pensamiento de un miembro de la familia. Esos son actos condenados severamente por Dios. El desecha el abuso físico que incluye cualquier asalto violento que cause daño corporal.

El abuso emocional es parte de todo abuso físico. Pero también lo es ridiculizar, intimidar, amenazas de violencia, gritos, insultos, desatención y cosas semejantes.

El abuso del cónyuge no es sólo terrible por ser una violación de los derechos de la persona y la seguridad y la dignidad que ella tiene, sino que es un foco de contaminación de la mente de los niños que son influenciados por el comportamiento erróneo y esas fallas se convierten en pecados generacionales (Exodo 34:7; Levítico 26:39).

Que los niños sean testigos es mucho más dañino porque los patrones de conducta violenta son transmitidos y los hijos de cónyuges que abusan de su cónyuge, a menudo se convierten en abusadores. Lo lamentable es que no sólo perpetuamos la violencia en la familia, sino por ende en las calles y en la sociedad.

El comportamiento violento no sólo daña a la esposa también aterra a los niños que generalmente son objeto de violencia directa o indirecta cuando intentan proteger a su madre.

Dios ama las relaciones saludables y odia la violencia. Nunca en la historia de la humanidad, sino hasta la llegada de Jesucristo a este mundo, se reconoció la dignidad que la mujer tenía.

Debido a que no existe otra religión que reconozca el valor y la igualdad de la mujer y el hombre, nosotros, los líderes cristianos, y por ende nuestras congregaciones no sólo deberían ser el refugio de los niños, hombres y mujeres maltratados, sino también la más grande fuente de instrucción sabia para evitar la violencia intrafamiliar.

En muchas ocasiones hombres y mujeres me han preguntado cómo es posible que una mujer no sea capaz de escapar de la relación violenta. He tratado con cientos de ellas y muchas actúan así por tener un pasado traumático que les inclina a relacionarse con personas violentas.

Todas tienen un nivel muy bajo de estimación propia debido a la manipulación y maltrato recibido. Pero la gran mayoría ha aceptado la violencia en sus hogares por la influencia de la mentalidad machista en nuestra sociedad y debido a las enseñanzas erróneas recibidas en la religión que profesan.

Estas mujeres han admitido su profundo amor por Dios. No he notado ninguna intención feminista y la mayoría son amantes de su fe, sumisas a sus esposos y fieles a Dios. Todas, sinceramente buscaron ayuda de sus ministros.

Estas son algunas de las respuestas: Ivonne, es una mujer profesional miembro de una iglesia legalista. Su marido en los 20 años de matrimonio no ha tenido un trabajo estable, es alcohólico y la golpea con regularidad. Ella recibió el siguiente consejo: «El mandato de Dios para la mujer es que sea sumisa a su marido —no se describe al marido, sólo se indica que el amor y buena conducta de la esposa puede cambiarlo».

Celia me escribe: «Mi pastor ha venido a mi casa y hemos reprendido los espíritus demoniacos en la ropa de mi marido cuando el no está en casa y su consejo ha sido, ‘siga orando, demuestre amor y trate de ser la mejor esposa del mundo’.

La hermana Zoila oró por 12 años y el Señor le contestó». La suegra de Estela le aconsejó lo siguiente «Sea más atenta con él, cocínele sus comidas favoritas, mi hijo está haciendo lo que mi esposo hizo por varios años, pero finalmente yo me lo gané.”

La respuesta más grabada en la mente de estas mujeres es «ore a Dios. El lo cambiará, no existe nada imposible para Dios. Si es obediente, Dios le bendecirá». Estos consejos permiten la violencia.

La raíz de la violencia es la maldad del hombre. Su demostración externa, sea por medio del abuso físico, verbal o emocional, es sólo la evidencia de lo que existe en lo más profundo de su corazón. Jesús dijo que el problema no era externo, sino interno (Mateo 15:18-19; 12:35).

Quien practica la violencia está sirviendo al padre de maldad y destrucción (Juan 10:10). Como Satanás, el abusador utiliza la violencia y destrucción como una fuerza legítima para establecer su poder y dominar. El abusador confundió la autoridad con el autoritarismo y la mujer abusada confundió la sumisión con la subyugación.

Cuando esa raíz de maldad se junta con un carácter fuerte y dominante, y el individuo creció en un medio ambiente donde fue testigo de la violencia, existe el triángulo perfecto para la formación de un abusador.

La inhabilidad de manejar la ira, la dependencia emocional de su cónyuge, la baja autoestima, la actitud rígida influenciada por creencias religiosas extremas, las expectativas exageradas, la dependencia económica, el temor y otros ingredientes convierten la relación matrimonial en destructiva y violenta.

Las escrituras describen al abusador como arrogante y la violencia como una característica del impío. El salmista dice que «la soberbia los corona; se cubren de vestido de violencia… se mofan y hablan con maldad de hacer violencia; hablan con altanería…» (Sal. 73:6-8).

Pablo nos exhorta a tener un trato respetuoso reconociendo que delante de Dios, hombre y mujer son iguales (Gá. 3:28). Nos ordena que no permitamos que la ira se transforme en destructiva, que ninguna palabra hiriente, sucia y destructiva, ni mucho menos la amargura, la gritería, la maledicencia y toda malicia sean parte de la relación conyugal (Ef. 4:26-31).

Además, nos dice que debemos tener sumisión mutua, amar a nuestras esposas como Cristo nos ama a nosotros y no aborrecerlas sino amarlas como nos amamos a nosotros mismos y nunca ser ásperos con ellas (Ef. 5:21,25,28; Col. 3:19).

Pedro nos exhorta a honrar a nuestras esposas, a no devolver mal por mal ni maldición por maldición y vivir con ellas sabiamente para que nuestras oraciones no sean estorbadas (1 P. 3:7-12).

Al escribir este artículo me he puesto como meta que terminen las noches de terror para muchas mujeres, niños y algunos hombres cristianos. Estoy convencido que la gran mayoría de los casos de abuso entre cónyuges ocurre porque la víctima lo permite.

Poco a poco, manipulación tras manipulación, grito tras grito, empujón tras empujón, bofetada tras bofetada, golpe tras golpe, y todo eso mezclado con la ignorancia de sus derechos, la falta de límites, el temor, la falta de protección y las enseñanzas erróneas perpetúan la violencia.

Por lo tanto, si los líderes no sólo apoyamos en oración, sino que instruimos a nuestras congregaciones que la violencia es un pecado que no debe ser permitido. Si les enseñamos a establecer limites saludables en las relaciones conyugales y a enfrentar los conflictos con sabiduría.

Si le brindamos la protección espiritual, emocional y legal a la parte inocente cuando el cónyuge no cambia su conducta, no terminaremos con la violencia pero no permitiremos que el abusador no tenga nunca más la oportunidad de maltratar. Puede que el nunca deje de ser violento, pero no le permitiremos que su cónyuge sea el blanco de sus agresiones.

David Hormaechea

martes, 17 de marzo de 2009

LOS HOMBRES TAMBIEN PADECEN VIOLENCIA DOMESTICA

Alrededor de tres de cada 10 hombres recibieron golpes por parte de su pareja en algún momento de su vida, indicó uno de los pocos estudios sobre violencia doméstica y salud masculina.

“Muchos hombres son víctimas de violencia doméstica, aunque no escuchamos hablar de eso”

“Muchos hombres son víctimas de violencia doméstica, aunque no escuchamos hablar de eso”, dijo a Reuters Health el doctor Robert J. Reid, de la University of Washington, en Seattle, coautor del estudio.

“A menudo, ellos no lo mencionan y los médicos no preguntamos. Queremos que esos hombres sepan que no están solos y que existen recursos disponibles”, añadió el experto.

El equipo codirigido por Reid había analizado en un estudio previo la prevalencia y las consecuencias para la salud de violencia doméstica contra mujeres afiliadas a un plan de salud.

En el nuevo estudio, publicado en American Journal of Preventive Medicine, el equipo analizó una muestra de 420 hombres afiliados al mismo plan.

Los investigadores les preguntaron a los participantes si habían sufrido abuso físico y no físico, como amenazas contra su seguridad, conductas controladoras (por ejemplo, con quienes podrían reunirse y a dónde podrían ir) y apodos. “No estamos hablando de discusiones o desacuerdos menores”, explicó Reid.

El 14,2 por ciento de los hombres de entre 18 y 54 años dijo que había sufrido violencia de parte de su pareja en los últimos cinco años, mientras que el 6,1 por ciento la había padecido el año anterior.

Las tasas eran menores entre los hombres mayores de 55: el 5,3 por ciento había sufrido violencia en los últimos cinco años y el 2,4 por ciento en los 12 meses previos.

El 30,5 por ciento de los hombres menores de 55 años y el 26,5 por ciento de los mayores dijeron que habían sido víctimas de violencia doméstica en algún momento de su vida. Alrededor de la mitad de la violencia sufrida había sido física.

Con todo, no era tan dura como la que habían sufrido las mujeres en el estudio previo: entre el 20 y el 40 por ciento de los hombres la calificaron como grave, comparado con el 61 por ciento de las mujeres de la investigación anterior.

Los hombres no solían abandonar la relación después de un acto violento; la mayoría de los varones expuestos a violencia no física la habrían padecido en múltiples ocasiones, a menudo durante varios años y con la misma pareja.

Pero en la mayoría de los casos, la violencia física había durado menos de un año.

El equipo observó que los hombres que habían sufrido violencia doméstica tenían más problemas mentales y emocionales que el resto, en especial los mayores.

Durante una entrevista con Reuters Health, Reid dijo que era posible que un porcentaje de la violencia sufrida sea una consecuencia de actos violentos de los propios hombres, lo que el estudio no pudo responder.

La intención de este estudio no fue desmerecer la violencia doméstica contra las mujeres.

“Aún debemos prestar mucha atención a la violencia contra las mujeres, pero la violencia está tomando varios caminos: contra las mujeres, los niños y los hombres y queremos frenarla en todas sus formas”, señaló el equipo.

Reid recomendó que toda persona expuesta a violencia doméstica, incluidos los hombres, hable con el médico o recurra a las líneas de atención a víctimas.


Fuente:http://www.empresuchas.com/los-hombres-tambien-padecen-violencia-domestica/