sábado, 29 de octubre de 2011

Violencia en el adolescente


Los chicos violentos vienen en todas las formas y todos los tamaños. Sin embargo parecen tener un perfil que se asemeja. Algunas características personales se describen a continuación.
Personalidad:  Este podría ser el perfil del joven violento:
· Mayor prevalencia del sexo masculino.
· Entre 14 y 18 años.
· Agresivo y fuerte impulsividad, descontrol de impulsos. Escasamente reflexivo. Poco control de la ira.
· Ausencia de empatía. Nunca se ponen en el lugar de los demás, existe ausencia de reconocimiento de las propias emociones y evidentemente también de las emociones de los demás.
· Percepción errónea de la intencionalidad de los demás: siempre de conflicto y agresión hacia él. Malinterpretan el lenguaje corporal.
· Autosuficiente, siempre se ha “buscado la vida”, pero utiliza y manipula a su familia para sus fines.
· Capacidad exculpatoria. Sin sentimiento de culpabilidad ("el otro se lo merece").
· Bajo nivel de resistencia a la frustración. A veces acostumbrados a conseguirlo todo aquí y ahora.
· Escasamente reflexivo/a. O hiperactivo.
· Incapacidad para aceptar normas y para negociar.
· Déficit en habilidades sociales y resolución de conflictos. No sabe afrontar un problema sino es mediante la fuerza y la violencia.
· Situación de estrés emocional. 
· Consumo de sustancias. El cóctel explosivo de adolescencia mas drogas: alcohol, cannabis, cocaína, drogas de diseño, etc., genera siempre conductas violentas. El descontrol de impulsos propio de la etapa que atraviesan se incrementa con la acción de estas sustancias sobre los neurotransmisores cerebrales y sobre el funcionamiento cerebral que acrecientan ese descontrol de impulsos que hemos visto
que es casi consustancial en la adolescencia, produciendo irritabilidad y cambios de humor, y agresividad, características que evidentemente están en la base de los comportamientos violentos.

Aunque estamos hablando de un perfil de adolescente violento, no podemos olvidar que existen en muchos de estos jóvenes, trastornos patológicos asociados, la mayoría de las veces no diagnosticados y que tienen mucho que ver con la violencia.

Trastornos asociados al comportamiento violento


Un diagnóstico de TDAH :trastorno de atención e hiperactividad de tipo combinado, que no ha sido tratado suele hallarse en los jóvenes violentos, así como otros trastornos como el trastorno negativista desafiante, o el trastorno disocial, que conllevan evidentemente actos de violencia pero que se engloban dentro de las patologías mentales y no son el objetivo final de esta información.

También es importante reseñar el trastorno depresivo, tras el cual se esconden muchas conductas violentas en los adolescentes. Los equivalentes depresivos en la adolescencia, tiene que ver con los comportamientos de los que estamos hablando, puesto que hablamos también de trastornos del comportamiento, desobediencia total, faltar a clase, fugas, agresividad e irritabilidad, tendencia a adicciones, delincuencia, problemas escolares graves, etc.…


Como se educa un niño en la violencia


Bien dejando aparte patologías, ¿como se forma un joven violento? ¿Cual es el germen de la violencia? Sin lugar a dudas los estilos parentales son decisivos para que la semilla de la violencia vaya germinando, pero existen otras variables, tanto dentro de la escuela como en la sociedad, que son claros factores de riesgo.
¿Que está pasando en las familias? Si estamos viendo que los jóvenes tienen dificultades para aceptar frustraciones, acatar normas, para frenar sus emociones agresivas…Si esto es así ¿por qué no ponemos límites a nuestros niños?
Los estilos educativos oscilan como tantas otras cosas como un péndulo. Nuestro estilo educativo ha ido desde una disciplina exagerada, restrictiva y represora (la letra con sangre entra) hasta el otro extremo en el que todo está permitido, y donde los padres pasan a ser colegas de sus hijos, En la actualidad la educación que se basa en la autoridad nos horroriza. La palabra “disciplina” y autoridad es equiparada normalmente a las palabras castigo y represión, y la evitamos por miedo a parecer unos padres anticuados, reaccionarios. Suena a coacción y a dominio, a prohibición que no tiene nada que ver con la democracia en la que vivimos. Sin embargo la palabra autoridad se deriva del verbo latino "augere", que quiere decir ayudar a crecer y esta es en realidad la meta de cualquier padre, sin autoridad y sin límites no se puede educar. Los resultados son evidentes en la actualidad.
La educación en la violencia depende de muchos factores y citaremos solo algunos de ellos:

· De la actitud emotiva de los padres: una actitud negativa, carente de afecto hacia sus hijos, incluso de rechazo, de abandono. Padres que nunca han demostrado cariño, que han humillado, que maltratan emocionalmente, privando al niño de lo único que necesita para crecer psicológicamente sano: el amor de sus padres.
· La violencia se aprende también a través de la permisividad de los padres ante la conducta agresiva del niño. Deben aprender dónde se encuentran los límites a su conducta y las consecuencias que obtendrán por su incumplimiento. Son Padres inmaduros con miedo al enfrentamiento e irresponsables: Este es quizás el error más frecuente en la actualidad. Es imposible educar sin intervenir. En ocasiones esta falta de autoridad, esconde también un deseo de no tener conflictos. Sabemos que el niño no aceptará de buen grado nuestra negativa. Resulta más cómodo no luchar contra él y permitirle que haga lo que quiera sin ponerle demasiadas impedimentos, sino que bajo el pretexto de no “ traumatizar” o no frustrar al niño esconden
realmente su falta de autoridad, cuando no es simplemente por comodidad ,inmadurez e irresponsabilidad para la paternidad. Son padres despreocupados, negligentes, o con pocos recursos educativos… padres que por propia comodidad o por temor a ser impopulares ante sus hijos, mantienen actitudes de concesión constante. Ceden ante cualquier petición de los hijos. Para no tener problemas nunca dicen no, y así están callados de momento, les consiente todo, sin poner límites, hasta que se vuelven contra ellos.
Consienten comportamientos violentos o de falta de respeto e instauran de esta forma el germen de la violencia. De esta forma mientras son pequeños aún tienen un cierto control que pierden totalmente en el momento de la adolescencia que es cuando recurren al especialista ante el comportamiento y la conducta del joven tirano.
· La violencia se aprende también por Imitación del modelo violento parental. O bien vivido por el, o bien observado en la familia. El uso del castigo físico y maltrato emocional. siempre generará más agresividad (“la violencia engendra violencia”). A veces la actitud del adolescente no es más que un reflejo de cómo ejercen con él la violencia. El ha sido maltratado igualmente o física, o emocionalmente. Cuando puede defenderse simplemente lo hace. Es evidente que con unos padres autoritarios, que ejercen de una u otra forma la violencia, que toman ellos las decisiones unilateralmente, los hijos serán incapaces de hacer nada porque siempre tendrán miedo, y si la rigidez ha sido mucha, lo más probable es que la crisis de oposición de su hijo sea patológica y se vuelva contra ellos y contra todo. No olvidemos que el temor y el miedo nunca han sido formativos. Debemos enriquecer su personalidad no anularla porque esa frustración solo engendrará rabia y violencia.
· De la vivencia del niño que crece en un contexto familiar desestructurado, con acontecimientos traumáticos, enfermedades, adicción de los padres, abandono de la figura paterna o materna, situaciones de divorcios complicadas, etc. Hace más de 10 años que observamos cambios en las estructuras familiares. Cambios que son paralelos a los cambios sociales y socioculturales, ya que la familia reproduce en su microcontexto los avances o retrocesos del macrocontexto al cual pertenece, n uevos modelos familiares,
monoparentales, o familias con bajo nivel económico y cultural, con poca red social, marginación, inmigración, etc...que a veces no pueden mostrar unos adecuados modelos de identificación para el menor. Evidentemente todos estos son factores de riesgo importantes que se encuentran en todos los estudios de la violencia juvenil.
Por lo tanto y como resumen podremos decir que el germen de la violencia, se instaura en una familia en la que no hay contactos afectivos adecuados, en la que no existen modelos de identificación parentales, o bien en la que pueda existir algún tipo de desajuste, de violencia intrafamiliar a cualquier miembro, en la que existe dejadez de responsabilidad, ausencia de límites, de formación e información…

Fuente: acosomoral.org




La familia es el lugar de mayor riesgo para las mujeres con discapacidad


 El 20 por ciento de mujeres con discapacidad afirman que el hogar es el lugar donde se ejerce mayor discriminación, violencia y acoso sexual, de acuerdo al estudio denominado “Estado de Situación de la Mujeres con Discapacidad” de la Defensoría del Pueblo.


“La vergüenza y la sanción social hace que no se denuncie a los autores (de agresión y violación) que a veces son los padres, padrastros, tíos, primos, padrinos u otros familiares, quienes abusan de las mujeres con discapacidad y nadie dice nada”, según Bety Pinto, investigadora del Defensor del Pueblo.


Según datos del estudio, el 23 por ciento de las mujeres encuestadas no responde y un 12 por ciento señala que nadie ejerce violencia contra ellas. El informe resalta la violencia que se ejerce por la familia, el 20.9 por ciento de las encuestadas lo dice; esta causal ocupa el primer lugar. Los principales agresores, según el documento, serían el papá, la mamá, los hermanos, seguidor en importancia por otros familiares, como nietos, sobrinos, tíos, cuñados, madrastra y padrastro. 


De manera diferenciada el estudio menciona la violencia que ejerce la pareja: un 10.6 por ciento admite haber sufrido violencia por parte de su pareja, un 39.9 por ciento señala que no, y un 24.6 por ciento informa no tener pareja.


“La violencia intrafamiliar hacia las personas con discapacidad es altísima, por ejemplo, en la discapacidad visual aumenta la violencia sexual; los embarazos no deseados se incrementan en mujeres con discapacidad auditiva y aún más en las mujeres que tienen discapacidad intelectual”, describió Pinto.


La violencia sexual tiene también una directa relación con el tipo y grado de discapacidad, factor que influye para que la violencia asuma determinadas modalidades e intensidad. La violencia es una práctica asociada a la infravaloración que les asigna un lugar o un “no” lugar social a la persona, por el no reconocimiento de su condición humana y, por tanto, de sus derechos humanos; puede llegar a los límites extremos de la violencia física, psicológica y sexual.


Los datos del estudio son contundentes, en cuanto a la intensidad en que se presenta la violencia sexual contra las mujeres con discapacidad, al encontrarse cultural y socialmente poco valoradas y en el marco de una radical negación de sus derechos elementales. Es un hecho indiscutible la vulnerabilidad y desprotección familiar, institucional, legal y social en las que se encuentran las mujeres con discapacidad.


Las condiciones de vida de las mujeres con discapacidades pobres, indígenas, con bajos grados de instrucción y entornos culturales de dominio indiscutible masculino, las colocan en situaciones de mayor riesgo, concluye el informe. (Con información de PIEB).




Fuente: Periódico Digital Erbol

martes, 25 de octubre de 2011

Más de uno de cada cuatro niños de EE. UU. es testigo de violencia entre sus padres

Más de uno de cada cuatro niños de Estados Unidos se ha visto expuesto a la violencia física entre sus padres en el hogar en algún momento de sus vidas, y uno de cada nueve ha sido expuesto a ese tipo de violencia en el año anterior, señala un estudio reciente.

Esa exposición a la violencia familiar incluye escucharla, que le cuenten sobre ella, ver las consecuencias, o realmente ser testigo de la violencia. El 90 por ciento de los niños expuestos a la violencia fueron testigos directos de al menos un incidente, según los investigadores del Centro de Investigación sobre Crímenes Contra los Niños de la Universidad de Nueva Hampshire.

"No resulta sorprendente que, dada esta alta tasa de exposición personal, los niños tuvieran reacciones fuertes a la exposición. Casi la mitad gritó a sus padres para que se detuvieran, más de dos de cada cinco intentaron alejarse del pleito, y casi uno de cada cuatro pidió ayuda", señaló en un comunicado de prensa de la UNH la autora líder Sherry Hamby, asociada de investigación del centro y profesora asociada de investigación de Sewanee: la Universidad del Sur.

El estudio, que incluyó entrevistas con una muestra nacionalmente representativa de más de 4,500 niños, también halló que los papás y los cuidadores de sexo masculino eran los perpetradores de violencia en la familia alrededor de 69 por ciento de las veces, y las mamás y las cuidadoras eran las perpetradoras el 23 por ciento de las veces.

En el nueve por ciento de los casos, perpetradores de ambos sexos fueron responsables.

"Queremos que la gente reconozca que la exposición de los niños a la violencia familiar no se limita a pleitos entre los padres. También ven a los padres atacar físicamente a sus hermanos y a adolescentes o adultos atacar físicamente a otros familiares", señaló Hamby.

Cuando se toman en cuenta todos estos tipos de violencia familiar, alrededor de 18.8 millones de niños de Estados Unidos se han visto expuestos a algún tipo de violencia familiar en algún momento de sus vidas, según los investigadores.

El estudio fue incluido en un nuevo boletín del Departamento de Justicia de EE. UU. sobre la Encuesta nacional de niños expuestos a la violencia.

"Queremos animar a las personas que entran en contacto con los niños en una variedad de ámbitos, como maestros, pediatras, enfermeras, trabajadores de protección del menor y abogados que trabajan en violencia doméstica, que consideren una evaluación más inclusiva y colaboradora sobre los problemas y necesidades de seguridad de todos los miembros de la familia", apuntó Hamby.



viernes, 14 de octubre de 2011

Burnout

El 'burnout' es una patología laboral que cada vez afecta a más personas. Entre sus síntomas destaca la
falta de motivaciones, la apatía y la sensación de indiferencia


Disminución de la autoestima, irritabilidad, deterioro de las relaciones con los amigos, la familia y los compañeros de trabajo, incremento del absentismo... Estos son algunos de los síntomas del desgaste profesional o lo que ha dado en llamarse 'síndrome del quemado' ('burnout', en inglés). Traducido al lenguaje común, es lo que popularmente se conoce como 'estar quemado', un sentimiento de hastío por parte del trabajador que le lleva a no sentir interés por el trabajo y a tratar a los clientes y a la propia compañía de forma cínica o indiferente. Para ser más técnicos, el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (INSHT) lo define como «una respuesta al estrés laboral crónico integrada por actitudes y sentimientos negativos hacia las personas con las que se trabaja y hacia el propio rol profesional, así como por la vivencia de encontrarse emocionalmente agotado».


La Agencia Europea para la Salud y la Seguridad en el Trabajo calcula que en torno al 55% de las bajas laborales producidas en la Unión Europea están relacionadas, fundamentalmente, con el estrés laboral, a través del 'síndrome de estar quemado por el trabajo' -denominación preferida por el INSHT-. Su coste económico anual alcanza los 20.000 millones de euros, debido a los gastos en asistencia médica, salarios durante el periodo de baja, indemnizaciones, etcétera.

Características comunes

Aunque los expertos no pueden definir un perfil claro del 'quemado', el sindicato UGT, en su guía especial sobre este síndrome, define algunas características comunes del ambiente en el que proliferan: ámbitos en los que hay «gente que trata con gente», que requieren un alto compromiso laboral pero que frustran las expectativas profesionales y que someten a fuertes presiones, de aislamiento y menosprecio, a sus empleados, provocando su total desmotivación.
Estas características se dan muy a menudo en las profesiones sanitarias o docentes, de ahí que, en muchas ocasiones, se haya hablado de 'síndrome asistencial'. Según un estudio realizado por UGT y financiado por el Ministerio de Trabajo, la sensación de estar emocionalmente agotado -un síntoma que resume el 'síndrome del quemado'- amenaza hasta al 20% de los profesores de secundaria.
En cuanto a los profesionales de la medicina, según las investigadoras de la Universidad de Almería Cristina Ortega Ruiz y Francisca López Ríos, «el personal sanitario se enfrenta frecuentemente a situaciones de vida y muerte».

Su trabajo puede ser física y emocionalmente agotador. El estrés que se deriva de este contexto implica el desarrollo de problemas de conducta como 'burnout' y otros de salud y psicológicos, como ansiedad o depresión.

Sobre todo al principio

UGT considera que el síndrome del 'quemado' se da, sobre todo, en los primeros años de la carrera profesional, «cuando aprendes que tanto las recompensas personales, como las profesionales y económicas, no son ni las prometidas ni las esperadas». Sin embargo, señala que, según varios estudios realizados, el grupo de edad con mayor cansancio emocional fue el de los mayores de 44 años, a quienes también se asocia la falta de realización personal.

En cuanto al sexo, aunque los datos de los diferentes estudios no son concluyentes, la mayor incidencia del estrés laboral se da en las mujeres, «en particular por la doble carga de trabajo que conlleva la práctica profesional y la tarea familiar, podría hacer pensar en que también respecto del síndrome tiene una mayor presencia», señala la guía de UGT.

Fuente

Elnortedecastilla.es
Autor
Rubén Marquez

Violencia en las escuelas


La docencia se convirtió en una de las profesiones que mayor estrés genera. Según datos aportados por la Unión de Docentes Argentinos (UDA), tres de cada cinco docentes tenían pedido de licencia por problemas psicológicos, de estrés o deterioro físico a raíz de la violencia escolar entre mayo y junio pasados.


Ataques de pánico, pesadillas frecuentes y cuadros de ansiedad antes de ingresar en el aula son sólo algunas de las manifestaciones que dicen padecer los docentes.

El dato, además, se refuerza con la afirmación de que el 70% de los maestros y profesores dijo estar preocupado por los hechos de violencia física y verbal en las aulas. Casi la mitad afirmó sentirse desprotegido frente a estos actos y el 36% reveló que temió por su integridad física.

Pero no sólo preocupa la agresión hacia ellos sino, además, entre los propios compañeros, que también está en aumento, según datos aportados por el Observatorio de la Convivencia Escolar.

Esta investigación, realizada a principios de este año entre 6000 alumnos de entre 10 y 18 años de siete provincias, revela que más de la mitad de los chicos tuvo actitudes violentas con algún compañero. Además, más del 60% fue testigo de una agresión física de un alumno a otro; el 50% presenció una amenaza verbal y el 45% observó algún tipo de robo de útiles, dinero o ropa por parte de un compañero.

En cuanto a una posible solución para frenar esta ola de violencia, 8 de cada 10 docentes cree que una nueva legislación nacional podría prevenir estos casos.

Cabe destacar que la violencia escolar no es un problema sólo de la Argentina. Un estudio de la Unesco realizado en 2005 ya daba cuenta de que este es un fenómeno generalizado que crece a nivel regional. En ese momento la Argentina era uno de los países con porcentaje más alto de violencia verbal y física..