por Lupe Maestre y Ricarte Cortez en Confidencias. |
Amelia Villanueva
“Los niños y niñas no son víctimas solo porque sean testigos
de la violencia entre sus progenitores, sino porque ‘viven en la violencia’.
Son víctimas de la violencia psicológica, a veces también física, y crecen
creyendo que la violencia es una pauta de relación normal entre personas
adultas”. (Save the Children)
Se entiende por violencia familiar cualquier acto que ponga en
riesgo la salud física y emocional de una persona, mediante el uso de la fuerza
o las amenazas.
Es, además, un problema social que afecta, sobre todo, a las poblaciones más
vulnerables en función de su sexo, edad y condiciones físicas, entre las que se
comprenden mujeres, niñas, niños, personas adultas mayores o con alguna
discapacidad.
La violencia familiar no diferencia sexo, raza, edad o condición social;
se produce en diversos escenarios de la sociedad. Un hogar que vive en
un contexto cotidiano de violencia, donde el hombre agrede física o verbalmente
a la mujer delante de sus hijos o hijas, va a convertir a estos últimos también
en víctimas de esa violencia.
¿De qué manera afecta a los niños o niñas que crecen en un ambiente de
violencia familiar?En primer lugar, va a perjudicar su desarrollo evolutivo
a corto, mediano o largo plazo; inevitablemente les originará secuelas físicas,
emocionales y psicológicas. Serán más vulnerables que aquellos que viven en
hogares pacíficos.
Los niños y niñas afectados por la violencia ejercida por sus padres, pueden
sufrir de insomnio, falta de concentración y escaso rendimiento escolar,
enuresis (pérdida
involuntaria de orina) terrores nocturnos, falta de apetito, ira, depresión, estrés,
ansiedad, entre otros.
El menor que presencia las peleas entre sus progenitores, reaccionará con
violencia y sufrimiento movido por la angustia de ser parte del modo de actuar
violento de sus padres. Muchas veces aprenden a reprimir sus emociones o
necesidades, y a estar siempre alertas ante cualquier hecho que pudiera
suscitarse en el hogar.
Los hijos e hijas de la violencia no siempre van a ser
consecuencia de situaciones violentas en su hogar; el hecho de que sus padres
no lleven una buena relación, tengan un trato frío; que compartan el mismo
hogar, pero sin amor, y que no se separan por no afectar a sus hijos, puede ser
igual de perjudicial para el niño o niña.
Si las parejas que sostienen una mala relación, son indiferentes o están
separadas, se preocuparan del futuro de sus hijos e hijas, demostrándoles
afecto, así sea por separado, los menores crecerían en una situación menos
traumática; y de adultos procurarían modificar ese modelo de conducta al
momento de formar su propia pareja.
Si bien no es una tarea fácil educar a un hijo; es importante proyectarse en
su futuro evitándoles situaciones confusas de violencia y traumas emocionales;
pues ellos, a la larga, son una proyección de lo que recibieron en su infancia.
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